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viernes, 5 de febrero de 2010

Pérdida de razón

“Y mirá que apenas nos conocíamos y la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente” Julio Cortázar.

Debí sojuzgarte la boca con una especie de cuchillas… No dejarte ir, sabiendo que mis piernas temblaban por un último halo de tu risa, sabiendo que nuestra ternura ya estaba rota y que todos los demás ya sabían el secreto que ellos creían enterrado.
Intento no tirarme de panza en la nada para no recordar nuestros silencios en el auto. Nuestras respiraciones en concierto con el aire de las mañanas repulsivamente asoleadas y tu boca moviéndose tan desmesuradamente-desmesurado, cómo le va bien esa palabra a tu boca… a tu pelo y la curva extraña de tu nariz tan dibujada con carboncillo.- diciéndome cosas que me fascinan y me aburren a la vez y me divierten y me disgustan. Pero siempre me dan risa. Me hacen querer tus manos en mi pelo, haciendo caricias casi perrunas o no sé, quizás una debilidad por mi cabello sucio y el recuerdo de la fraternidad. (paternidad)
Mira, soy un infante… Casi un pre púber. Mis manos se pierden en las tuyas, todo ocurre rápido y termino adorando tus falanges… Adorando cada centímetro de tus manos figureras en mi seno derecho.
Los ojos, el pelo, la piel, tu risa, no es nada de ti. No es nada de mí… Siguen siendo trozos de nada… Trozos que se acaban y rompen en otras bocas y sombras distintas a las nuestras.

Pero luego… necesidades. Sentirme embelesada por el arrullo del tiempo en nuestros vientres.
Por el recuerdo de aquél primer beso que se nos escapó con el otoño y alguien más lo vomitó en las hojas. Alguien más lo quiso robar. Está bien, llévenselo… Yo no lo necesito.
Él puede arrojarme sus gemidos en la boca, las mejillas, el cuello, los espacios entre mis dedos, entre mis piernas débiles y mis ojos… Ahí los necesito más… Ahí te necesito.
Abrir y dar un gran suspiro a tu lado. Confiándome en el sonido de mis pasos que siempre chocaban con los tuyos… ¡Qué mañana! ¡Qué temprano! ¡Qué bonito suéter!
¡Qué silencioso es tu beso! Tan trémulo… Sin consumación.


Yorela B.

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