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viernes, 3 de junio de 2011

¡Fuego!

¿Dónde podré llevarte, ahora que estás tan limpia e iluminada?
¡Te abrazaste tanto a la tierra, te comiste tantos árboles y caracoles...! Ya no podré rescatarte, libaste del amor, fruto viscoso y caliente.

Qué desvarío imaginar que atesté en tu laguna y que gritamos tu nombre
conducimos tu mano como ave cansada para volverla metal en su fragua, ser errante
que caía en el vientre materno, para penetrar en el desierto hendido de tus piernas

Tenías todas las noches, todas las lunas en la garganta
tenías todas las rocas en los senos y toda la muerte en la espalda densa...
¿Dónde podré soltarte?
La calle debe mirarte, el lodo debe absorberte y el Sol agradecerle a tus pies naranjas como vírgenes durmiendo

Cuando te lances a un cielo raso, procura mancharle, ensuciarlo con tu piel ígnea, maravillosamente efímera y así, devora cuanta ave y polvo y corazón te permita tu sangre.
Aquí espero, debajo de esta sombra de casas y perros
bajo esta suave quemadura de ciudad
a un beso que baje y arranque finalmente
pesadumbre de vida y risas de sal...

Yorela B.