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jueves, 18 de noviembre de 2010

Es la última avenida.

¿Viste? Cruzamos con todo y esas manos que se estiraban por alcanzar nuestra piel. ¡Qué infinito te mirabas hoy! Y todo tú cubierto de la ligera sombra de mi cabello…

Tú sabes el secreto: hemos guardado nuestros labios para las avenidas pero las hojas nos cubren la boca ¡Hojas que poseen la soltura de nuestros labios!

Yo, como un dibujo en el espacio de tu casa, que es como una cueva cubierta de humo donde el frío queda bien para dos cuerpos que juran hambre. ¿No gustas beber el cielo de un copetón? Ya no se bebe, dices, se pasa el dedo por las nubes y se chupa como caramelo duro. Tú sabes, sabes el secreto que se enreda en cada una de mis vertebras. El que queda entre mis dientes como un buen trozo de carne. Ahora el Invierno, el Invierno cae, nos golpea de nuevo una vez más un año menos para ti uno más para mí y tengo hambre ¿qué más da?, quiero el hueco perfecto entre mi cabeza y tu hombro , tengo hambre como si me hiciera enorme y pudiera comerme el asfalto y nadie gritara de miedo al verme de tu mano. Una gigante de yeso y un hombre de madera.

Y aquél Otoño, no olvido el tiempo de esparcimiento, el modo en que eres como un espejo empañado; tu boca dibujada como en un papel y acuarela, escurrida inocencia que aún guardas bajo la axila, ahí queda todo el calor, cuando nos encojemos de hombros y sabemos que debe terminar la ausencia, comemos uno del otro y corremos a casa riendo una canción. Amando la última esquina.



Yorela B.