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jueves, 27 de mayo de 2010

Pero Estela ni siquiera escuchaba el tintineo de la olla de café, estaba en uno de esos recuerdos que le vuelven a la mente cuando se para exactamente en la loseta número 13, la había contado una noche de insomnio por que era importante, por qué era importante. Es que allí Nina había hecho su tarea de secundaria, química y unos ácidos que le quemaron la falda y tuvo que usar un parche toda la semana, “me gusta, se ve de vagabundo”

Pero ese no era el recuerdo realmente, era un pedacito para ayudar a recordar… el recuerdo era… Por que Estela se sentía de nuevo con las faldas de colegiales y la cola de caballo y los frenillos. Aquella tarde que llovía y las faldas iban al aire, pero también se pegaban a las rodillas brillantes. El empujón al muro del edificio C y las señoras corriendo con bolsas llenas de legumbres y los perros temblando y los niños en charcos.
Ese fue un beso de cine americano, por que las gotas se les metían por la boca y les resbalaban por los dientes y Nina no ha comido, y son las cinco de la tarde, déjame ir … tengo examen mañana.

_ Deja te miro la carita.
Es que Rulo se parece tanto al beso americano

Después de soltarle la cara que había atrapado con las uñas, le miró con los ojos en plato y el cuchillo salió de la boca.
_ Vete.
_ Pero… ¿Estás bien?
Y lo sacó a empujones de la casa y Nina miraba desde la recámara, con la puerta entre abierta, mordiéndose las uñas.

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