Nocturna y salina
ésta caída deja en cada una de las esquinas de mi habitación
trozos de mi piel que juraron nunca quedarse sedientos
Aquél corazón encajado en la tormenta
deja derramar su sangre en mi espalda
perfora el sueño
la ternura
y mi vientre
que deshila su monte
en estas sombras violetas
en estas ocres mordidas a la nada
Y esta comezón del tiempo y la espera
de añorar la carne humedecida por mi palabra
sentirme cubierta por el fantasma de su pecho
saber de su tibia saliva curando heridas
delirantes dolores
irrisibles sentencias
Es así, desnudo y tremebundo horizonte ante mi rostro
ante cada latir mutilado por las noches que me han pisado
todas aquellas que han formado una laguna insípida
y me han arrancado de su carne
así con este lascivo palpitar he de regresar y encontrar la cura de este recuerdo asfixiado
y lamer al fin cada paso, cada huella y cerradura de su cuerpo.
Yorela B.