Incrédula y sumisa dejo que caiga tu ternura entre mis manos
Aquí he esperado desde que el alba nació de tus labios
Te invoco cada que el recuerdo muerde los míos
Y me baña la nuca tu espeso aroma del que espero inundarme un día
¡Yo espero! Espero paciente y cada que tu voz nombra a esta ingenua
Todos mis ardores se evocan a ti y aun así me petrifico con el olor de tus palabras y tus miradas
Así me transporto, curtida de aquellos impertinentes a los que les temes
Me encuentro tan trémula de esperanzas
¡Que tu tibio roce sea mío al fin y que, ¡Ay!, el tiempo se escurra entre este asfalto y que sea al fin la mañana en que nuestras sombras se junten y sumerjan la carencia entre el fango y los charcos.
Aquí espero
Aprendo a saberte, te dejo saberme
Y asciendo temblorosa entre tus sueños muertos
Para cantarte poemas que se tornen miradas furtivas
Sé esperar, sé encarcelar la locura de estos labios delirantes
Sé perder la locura de los días que llevo en la mansedumbre de mi agonía
Espero y te invoco de entre las sábanas y las aulas
De entre los pasillos y las siete de la mañana.
Yorela B.